martes, 27 de octubre de 2015

Soy, aunque a veces no esté. (2 años después)

Tras haber leído, subrayado y quemado cada una de las hojas  me he dado cuenta de que yo nunca fui Don Quijote, porque nunca fui valiente, nunca me atreví a enfrentarme a mis gigantes.

He aprendido que el invierno no era la llegada del frío sino ver llorar a mi madre
He llegado a la conclusión de que nunca acabaré de memorizar cada una de mis cicatrices, porque las sigo confundiendo con heridas, cuando me empeño en abrirlas.
He medido la distancia en abrazos que le debía a mi hermano.
Me he dado cuenta de que el amor no tenía nada que ver con lo que me habían contado, solo tenía que ver contigo, y solo lo he sabido cuando en mitad del huracán he necesitado crear mapas con la piel de tu espalda.
Sigo leyendo a Benedetti cuando se me cansan las alas y sigo haciendo florecer a Neruda cada primavera.
He aprendido que no es a la tercera cuando te das por vencido, porque nunca has de rendirte. Que voy a tropezar, a caer, y a hacerme tantísimas heridas que voy a querer tener un doctorado en huidas, pero acabaré tirando pa´lante.
Porque sin andar no hay camino, y sin camino no hay historia, ni victoria, sólo derrota. Además, andando hacia atrás, uno siempre tiene más posibilidades de tropezar  con la misma piedra.
También he aprendido que la magia del naufragio no está en llegar a ser superviviente, sino en aprender a bailar con el vaivén del mar, en mitad de la tormenta, agarrar el timón, aguantar el tirón, enamorarte de la corriente, ser paciente que las nubes se irán.
Que ya lo decían los Beatles: "El sol en algún momento va a llegar" y mientras, mientras tendríamos que bailar, bailar escuchando Calamaro, cantando con mi madre a Ley en el coche, otorgándole a la noche un derroche de desgaste de caderas.
¿De veras creíais que iba a rendirme? los que estuvisteis apuntándome con el dedo, deberíais saber que sigo siendo yo la que me pongo la pistola en la sien y la que decido si apretar el gatillo o no, que no hay más balas para mí que las que yo misma fabrico y no tengo más heridas que las que yo me hice por voluntad propia.
Lo bueno de tener el corazón hecho pedazos es eso, que las balas de los demás tal como entran, salen.
En fin, que no necesito la saliva de nadie para curarme, eso tuve que aprender a hacerlo yo solita; que por mi suerte o para vuestra desgracia, todavía no voy a ser el blanco fácil de nadie. Porque lo único que me hace llorar es ver cada domingo a mi madre despedirse en la estación.
No busco la aprobación de algún que otro imbécil que me dirá que esto no es poesía, porque es verdad, no lo es, esto es vida, la mía, así que ya decidiré yo como escribirla.
En fin, que sigo queriendo a morirme a todos los que me agarran cuando me fallan las fuerzas, que sigo teniendo en cuenta que aunque llegue el día que la sonrisa se me tuerza, van a estar ellos colocándome el mundo.
Y por eso, lo último pero más importante que he aprendido es que no soy aunque no esté, sino que estoy aunque a veces no sea.
-Loreto Sesma