miércoles, 16 de diciembre de 2015

No puedo seguir tus caminos. Nunca, como si se tratase de algo lejano, al final nos tocaremos como dos personas que comienzan a ver. De alguna forma, por muy cerca que estemos, se nos dibuja una emergencia en la mirada, y nos sangra el corazón, pero nadie se da cuenta: ni siquiera nosotros. Ni siquiera. Fuimos lentos -más torpes-, volcánico deseo el nuestro de hacer del aquí y el ahora un también mañana, cariño. A veces desear es, qué se yo, tirarle piedras al destino; sacarle la lengua, incitarle a que sea un tremendo hijo de puta. También es inevitable de vez en cuando equivocarse y enamorarse, en el intento. ¿Sabes a lo que me refiero?, yo tampoco. Querernos fue una apología al desastre, un algo así como invitarte a cenar y declararte la guerra. No entraba tanta luz por nuestra persiana, y el dormir juntos no fue tanto el verano que decían. Bajar, siempre bajar, always. Bajar con descaro, tú en bikini y yo escuchando una de los Creedence. No hay grito más fuerte que susurrar algo triste al oído, o que te cierren la puerta de eso que llaman futuro en las narices. Hay luna, sí. Una luna entera, eterna, pudiese parecer el cielo ese paraíso que nos vendían.

En fin, me voy, sólo venía a recordarte que ya te he olvidado.



Sergio carrión

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